miércoles, 8 de julio de 2009

I SCHUBERTIADA: IGNACIO SÁNCHEZ MEJÍAS. Artículo de Rafael Viana


[ Ignacio Sánchez Mejías y la Modernidad ]

Podemos decir simplemente que Ignacio Sánchez Mejías fue el primer moderno. Pero, qué entendemos por moderno? A qué nos referimos cuándo hablamos de modernidad? Un primer apunte (ya que no soy nada bueno contestando preguntas) sería el siguiente. Un tipo, inglés, destaca desde la infancia en todo tipo de materias. Su desordenada genialidad no le impide sino más bien le conduce de cabeza a algún prestigioso college en Oxford donde se especializa en lenguas balcánicas. Después de años de estudio, y con ganas de probar otro tipo de actividad, contesta a un anuncio de Barclays Bank pidiendo personal. Es seleccionado, y en pocos años alcanza el puesto de Head of Credit Collection para toda Asia (os puedo asegurar que el sueldo es absurdamente alto).

Sería esto posible en España? La respuesta es No. La diferencia estriba en que Gran Bretaña es un país moderno y España perdió la oportunidad allá por los años 30. España se mueve dentro de un esquema puramente gremial, quasi-familiar, heredado de la Edad Media. Un lugar donde el miedo al fracaso (otro pecado nacional) lleva a un absurdo ansia por la compartimentación. Herencia del franquismo, las trayectorias vitales y profesionales no han de subvertir el lógico orden que más allá de nuestras voluntades determina cierta ley natural que emana de dios-sabe-dónde (me salía emaná dios sabe donde juega el año que viene). Como si hubiéramos olvidado lo que ocurrió durante los años que siguieron al Desastre del 98 y concluyeron en la Guerra Civil, hemos aceptado con inopinada alegría la mediocre estructura de oficios y horizontes vitales inamovibles que se nos quiere vender como tierra de las oportunidades.

Fue durante los años 10 / 20 / 30 del siglo XX, en la llamada Edad de Plata, cuando una élite reclamó por encima de todo el valor supremo del individuo y su voluntad como motores del cambio social y la excelencia cultural. Ignacio Sánchez Mejías será uno de ellos. No conocerá límites a su iniciativa, allá donde tenga a bien producirse. Representará mejor que nadie (como ya hiciera Belmonte) el ideal del torero moderno: reflexivo con su oficio, reflejo de los cambios sociales y refractario a la estrechez de los mundos cerrados y las parroquias aisladas.

Escritor, mecenas, actor, deportista, hombre de acción, promotor cultural y deportivo... Comprendió como pocos el papel primordial que el deporte jugaría en las sociedades modernas, así como la inevitable relación entre la poesía y las manifestaciones externas y mundanas de los hombres. Promovió un grupo poético caracterizado por el eclecticismo estético, que basculaba de lo intelectual a lo sentimental pasando por el surrealismo. Generó, en definitiva, un nuevo tipo humano desconocido hasta entonces en España: el hombre moderno: urbano, con interés por las bellas artes, el deporte, la buena vida y (algo fundamental) las buenas formas.

Vivimos en un tiempo en el que la vida cultural parece balancearse entre los cócteles de la gauche-caviar (que dicen los franceses) y la perriflaútica manifestación de mediocridad a la que nos condenan nuestros jóvenes artistas. En este escenario, un experto en lenguas balcánicas habría de tener perro, piojo y camiseta del Che, mientras que un alto ejecutivo bancario tendría que llevar a su mujer a cualquier galería de arte a comprar un adefesio llamado Concarrobe (no se me ocurría otro nombre). Ignacio Sánchez Mejías fue la esperanza (ya perdida) en una tercera vía. Poesía y fútbol y amistad y arte y literatura y deporte y noches sin dormir y días sin dejar de leer. La aspiración de todo andaluz de bien.

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